viernes, 27 de junio de 2014

Notas de una canción de The Beatles.

Como cada mañana, él despertó a las seis en punto de la mañana, con el cabello revuelto y ojeras bajo sus ojos verdes. Tomó una ducha de agua fría, se vistió y se dirigió a la cocina. Eran las 6.23.

Encendió la cafetera. El aparato emitió un familiar chisporroteo, y sonrió. Mientras el café se hacía, él pulsó el play en su reproductor de música. Una de sus canciones favoritas comenzó a sonar. She loves you.

Levantarse con el sonido de The Beatles se había convertido en una rutina, pero no una rutina de esas que te hacen sentir atrapado y cansado. Aquella rutina era lo único que conseguía animarle.

Tras tomarse el café, llegó la hora de que se pusiera a trabajar. Se sentó en su sillón favorito, en el que había escrito sus mejores historias, y colocó sus dedos sobre las teclas de la máquina de escribir. Últimamente, su inspiración había estado muy lejos y lo máximo que había escrito habían sido un par de líneas -que más tarde habían acabado en la basura-.

Blackbird parecía sonar desde lejos, o quizá era su mente la que se había alejado de allí. Pero por mucho que abandonaba la realidad y se hundía en lo más profundo de su mente, sus manos seguían quietas, sin escribir ni una palabra.


Tras Penny Lane, I want to hold your hand, I feel fine, Love me do, The long and winding road y Lucy in the sky with diamonds, decidió salir a pasear, con la esperanza de que la inspiración volviera en algún momento. Pero tras dos horas de caminatas desperdiciadas, tuvo que volver a casa, sin haber conseguido nada.

Semanas más tarde, ella llegó al edificio. Se instaló en el piso de arriba de él, que antes había sido de aquella señora anciana que solía quedarse dormida viendo programas de televisión de madrugada. Se había ido lejos, donde nadie la conocía. Ella estaba empezando de cero.

En aquel momento, se sentía tan vacía como aquel piso. Dentro de ella había algo erróneo, algo que estaba a punto de romperse. Era como una cuerda que a la mínima podía desgarrarse y dejarla caer. Decidió no hacer caso a ese estúpido sentimiento, dejó las maletas en el suelo, y suspiró. Eso de la nueva vida se veía mejor en su cabeza. La realidad era... muchísimo más fría.

Uno de los únicos muebles que había en aquella casa era una cama. Bueno, ni siquiera llegaba a ser cama. Era un viejo colchón colocado en el centro de una minúscula habitación. En ella también había una pequeña ventana, lo suficientemente baja como para que ella pudiera apoyarse en su marco. Detrás de esa ventana, sólo se veían luces. Luces de edificios, luces de coches, luces de farolas. Aquella ciudad le venía grande. No estaba segura de querer salir de su pequeño escondite... al menos no por ahora.

Se tumbó en el colchón, con su libro favorito en la mano, y dejó que las palabras la arrastraran hacia otro mundo. Leyó, leyó y leyó, hasta que le dolieron los ojos, y después, todo se volvió negro.

Algo la despertó a las seis en punto de la mañana y se preguntó cómo sus vecinos podían estar tan locos. Pero entonces se paró a escuchar la letra y no pudo evitar que apareciera una sonrisa en sus finos labios.

And when the broken hearted people living in the world agree, there will be an answer, let it be.

Antes de que pudiera darse cuenta, estaba cantando a pleno pulmón a través de la ventana, con la brisa de verano rozando en su cara. En ese momento se sintió como en casa. De nuevo.

Él escuchó a alguien cantando en el piso de arriba, y asomó la cabeza por la ventana para descubrir que la nueva vecina ya había llegado. Y, sorpresa, ella adoraba a The Beatles.

El viento hacía que su pelo color rojiza se apartase de su rostro. Ella tenía el aspecto de un pajarito. Ella era un pájaro con alas rotas aprendiendo a volar. Entonces, la chica se dio cuenta de que él la observaba. Le miró, con ojos color café que parecían tener el efecto de la cafeína para él, y sonrió. Él le sonrió, también. Fueron sonrisas inocentes. Las primeras de muchas. Él sintió algo dentro de él, como si tuviera miles de luciérnagas alojadas en su pecho, como si el corazón se le fuese a salir.

Él volvió a sentarse en el sillón. Volvió a colocar los dedos sobre las teclas de la vieja máquina. Volvió a escribir.

Ella canta The Beatles desde la ventana de arriba. Ella sonríe... y el mundo se para a contemplarla. Ella tiene unos ojos color café que pueden despertarte con tan solo una mirada. Ella es el principio de una historia que no ha hecho más que comenzar.

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